8.7.10

El exorcismo del sofá

Hace un buen tiempo alguien muy querido me regaló su enorme sofá. Y con el sofá vinieron aparejados varios disgustos que hicieron que mi sentimiento por el mastodonte fuera predominantemente negativo, además de que el estado del mismo ya mostraba cierta decadencia: quemaduras de cigarrillo, cierres rotos, tapizado gastado. Eso acrecentaba mi disgusto para con él.
Un buen día una amiga me dio la idea de pintarlo con aerosol, igual a como Charly García pintaba sus jeans de plateado. Era una posibilidad, pero no me convencía, iba a quedar demasiado tosco, demasiado obvio el hecho de querer tapar lo que hay abajo. Más tarde otro amigo mejoró la idea y me sugirió que usara la técnica de Jackson Pollock, y eso fue lo que hice durante los 7 días en que fui poseida por una fiebre descomunal. Al mismo tiempo que iba curándome del virus, el sofá y sus emanaciones energéticas hacían otro tanto.

Compré una linda tela, cosí las fundas (usando los cierres de las fundas anteriores, con deslizadores nuevos) y cha chan... tengo un sillón nuevo, salpicado con restos de pinturas varias que habían sobrado de la obra de mi casa. Reciclar, transformar lo viejo, lo desgastado, lo que no nos gusta, en algo nuevo y útil, es una de las sensaciones que más satisfacción me producen.

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